Hace algunas semanas cobró relevancia el caso de una joven mexicana que durante una visita de trabajo a Qatar fue víctima de violación. Gracias a la cobertura mediática de los hechos terroríficos que tuvo que vivir, la embajada mexicana replanteó la postura inicial, para ofrecerle el apoyo del Consultor Jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ahora que ella ha recibido una sentencia que le impone 7 años de cancel y 100 latigazos: una inadecuada defensa la convirtió de víctima a presunta culpable de este castigo atribuible a las mujeres que tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio en Medio Oriente.
Las experiencias que ella ha tenido que tolerar, debe servir para que nunca más una niña, adolescente o mujer en el extranjero, sea doblemente victimizada: primero por quien cometa las agresiones, después por las instancias gubernamentales con su indiferencia.
Con todo el respeto y sororidad hacia ella, he leído varias veces la narración de los hechos, para compartir con ustedes los tres aspectos que, sin afectar la defensa que la embajada mexicana se ha comprometido a realizar a su favor, jamás deberían repetirse.
El primero: romper el miedo, la sensación de culpabilidad y vergüenza que históricamente la sociedad ha consolidado, al realizar señalamientos en contra de las víctimas de agresiones sexuales, para poder verbalizar, solicitar el acompañamiento psicológico y jurídico necesarios para denunciar a los agresores. Debe quedar claro, la culpa está en quien invade la intimidad, engaña, manipula o violenta para pasar por alto, el necesario consentimiento para una relación íntima. Más allá de la soberanía de cada país para establecer los tipos penales de acuerdo con un sistema basado en las costumbres religiosas, la literalidad de las leyes, o el reconocimiento pleno a la libertad de las personas y sus derechos humanos, existen estereotipos arraigados en la sociedad, no solo en Medio Oriente, sino en nuestro propio país, en los que se condena la sexualidad, aun consensuada cuando es ejercida por las mujeres. Quienes en México han sufrido una violación, acoso u hostigamiento sexual, cargan con un sentimiento de culpa, que en muchas ocasiones les motiva a guardar silencio, pensando en que su propio círculo cercano reaccionará bajo una serie de cuestionamientos, muchas veces encaminados a “justificar” al agresor. La Organización Mundial de la Salud (OMS), señala que 3 de cada 10 adolescentes, a nivel mundial, han podido romper el silencio para denunciar que sufren violencia en el noviazgo. En nuestro país, 76% de las adolescentes entre 15 y 17 años ha sufrido violencia psicológica, 17% sexual y 15% física, de acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (ENVIN)[1].
Lo segundo: contar con evidencias que permitan sustentar la defensa en la vía legal; después de vivir un episodio de tanto estrés, sea que la agresión haya sido verbal, digital, mucho más cuando alcanza a ser física, la mayoría de las víctimas generan estrés post-traumático; sin embargo, contar con fotografías, videos, poder escribir lo más rápido posible como se desarrollaron los hechos, si en su caso, existieran testigos que pudieran referenciar momentos previos o vinculados a las agresiones sufridas, será relevante. Cuando la agresión ocurra fuera de la ciudad o país en el que se desarrollan las actividades cotidianas, tener a la mano los documentos de identidad, números de emergencia, locales e internacionales, así como de Organizaciones de la Sociedad Civil que brindan acompañamientos psicológicos y jurídicos serán de suma importancia. Si bien como abogada, considero que el primer mecanismo para nuestra defensa, debe ser la denuncia ante las instancias correspondientes, previo a cualquier manifestación en medios de comunicación o redes sociales, que le permitieran al agresor revertir los señalamientos para convertirse en la víctima; también reconozco que son terribles los datos aportados por la Organización Civil “México Evalúa”, que apuntan a que en 2020, el 98.6% de los casos de violencia sexual no se denunciaron o no fue iniciada una investigación por parte de las autoridades, es decir, casi 5 millones de mujeres mayores de 18 años sufrieron algún tipo de violencia sexual durante el segundo semestre de 2020, incluyendo acoso sexual, hostigamiento sexual, abuso sexual, intento de violación y violación[2], quedando impunes estas agresiones.
La tercera: en el caso específico de esta agresión sexual cometida contra una mujer mexicana en Medio Oriente, pareciera impensable que el “acompañamiento” consistiera en hacerle firmar una declaración sin traductor, que haya sido “careada” en una estación de policía con su propio agresor, sin la representación de la instancia consular, que se le haya pedido una “prueba de virginidad”, que la víctima haya sido remitida a una fiscalía pública acusada de sostener una relación extramarital con el agresor, que los golpes, las huellas de violencia sexual, hayan pasado al último de los lugares, para dar prioridad a recogerle pertenencias personales, incluyendo su teléfono desbloqueado, para que finalmente El Supreme Committee for Delivery and Legacy, entidad responsable de organizar el mundial de 2022, con quien ella se encontraba trabajando, fuese la entidad que garantizara su salida de Qatar, antes de que la sentencia de la corte criminal fuera proyectada: 7 años de prisión y 100 latigazos o simplemente, casarse con el agresor, para que el estado de Qatar cerrase el caso abierto en su contra. Los horrores convertidos en errores consulares, señalados a nivel internacional, hacen que la embajada coloque su atención y manifieste otorgar prioridad a resolver de fondo esta situación. Mientras tanto, se nos recuerda la existencia del “Protocolo de atención consular para personas víctimas de violencia basada en el género”, así como de un documento denominado “Caja de Herramientas” que han sido elaboradas por la Secretaría de Relaciones Exteriores y ONU Mujeres, con la finalidad de que si alguna mexicana es víctima de violencia de género, en el continente Americano (tal cual lo indican los documentos, en lo correspondiente a ámbito de cobertura geográfica), podamos exigirle a nuestras representaciones consultares que no olviden aplicarlo, para garantizar nuestra seguridad.
Así las cosas, parece que la experiencia que esta valiente joven ha vivido, deja en vista la necesidad de que la perspectiva de género sea le motor para replantear las relaciones consulares con Medio Oriente, África, Asia, Antártida y Europa. Deseamos que este traumático episodio sirva para que ninguna otra tenga que soportar las agresiones sexuales normalizadas a nivel mundial, ni la indiferencia internacional de las instancias consulares.
Deseo que este espacio de reflexión sea de su agrado, les espero el próximo lunes para analizar y replantearnos el mundo con una mirada violeta.
[1] Para conocer más sobre estos datos duros, recomiendo la lectura al documento del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), “Violencia en el noviazgo: no es amor, no es amistad” https://www.gob.mx/sipinna/es/articulos/violencia-en-el-noviazgo-no-es-amor-no-es-amistad?idiom=es#:~:text=De%20acuerdo%20a%20datos%20de,en%20el%20Noviazgo%20(ENVIN).
Norma Pimentel Es Licenciada en Derecho, por UDLAP; Maestra en Derecho Empresarial y Fiscal, por Ibero-Puebla; Doctora en Derecho por BUAP; con una estancia de Post-doctorado CONACyT en UPAEP.